Hace cuarenta años, la democracia, entonces recién estrenada en España, estuvo en peligro. Un teniente coronel de la Guardia Civil, al frente de centenar y medio de hombres asaltó el Congreso de los Diputados. La trama era importante y en ella estaban involucrados algunos de los generales de más relieve de la época. Todavía hoy quedan puntos oscuros, pero uno está meridianamente claro: el rey, lo era Juan Carlos I, salvó la democracia con un mensaje rotundo donde manifestaba su defensa de orden constitucional.
Aquel fue un momento histórico, de los que quedan recogidos por los manuales de historia. Nada que ver con esos ‘momentos históricos’ con los que ciertos adanes nos obsequian un día tras otro. Hoy, más allá de que la tercera parte de los jóvenes no sabe qué efeméride es el 23-F, quienes entonces ya teníamos lo que se denominaba como uso de razón, recordamos lo que estábamos haciendo aquella tarde. Una amiga mía, estudiante de Medicina, estaba en un piso, compartido con otras dos compañeras, todas muy asustadas. Otros cuatro amigos llegaron aquella tarde a Valencia, a comprar artículos para su negocio. No tenían idea de que Miláns del Bosch había sacado los tanques a la calle. Aparcaron frente a Barrachina y cuando bajaron un militar les preguntó ¿qué hacían allí? Iban a tomarse unos bocadillos de calamares. No se los tomaron. Otro amigo estaba corrigiendo exámenes con la radio puesta. Oyó lo que ocurría y en las dos horas siguientes su casa se llenó de gente. Decidieron irse al domicilio de una compañera porque su padre era coronel. Pensaban que estarían más seguros. Me ha recordado que, ni en aquellas circunstancias, se suspendieron las actuaciones de las comparsas de carnaval en el gaditano el teatro Falla. Su preocupación desapareció cuando vieron al rey Juan Carlos dar su mensaje por televisión. Otro de esos amigos era director de un instituto de lo que entonces se denominaba Enseñanza Media, trabajaba en su tesis doctoral cuando su esposa le dijo que unos guardias civiles habían entrado, pegando tiros, en el Congreso. Incrédulo, acudió a ver las imágenes que todavía emitía televisión. Se preguntaba ¿cómo era posible que un golpe de Estado fuera televisado? Hubo quien no se arredró y, sabiendo cómo estaban las cosas, se desplazó hasta Fernán Núñez. Le habían prometido abonarle una factura que llevaba impagada meses. La cobró sin problemas.
Hoy, cuarenta años después, los jóvenes no saben que supuso en la vida de los españoles aquel23 de febrero. Tampoco saben el decisivo papel jugado por el rey pasa salvar la democracia. Hay quienes, teniendo cierta edad, lo han olvidado y lo tienen poco menos que por un proscrito. La memoria es frágil y la ignorancia la madre de innumerables problemas.
(Publicada en ABC Córdoba el 27 de febrero de 2021 en esta dirección)